Llamamiento Internacional
La Habana, 15 de Noviembre de 2001.
En la noche del domingo 4 de noviembre cruzó el archipiélago cubano un huracán de gran intensidad - categoría 4 en la escala Saffir-Simpson de hasta 5 - nombrado Michelle. Este fenómeno meteorológico afectó, fundamentalmente, a 8 provincias: Pinar del Río, La Habana, Ciudad de La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y el municipio especial Isla de la Juventud, con vientos promedio de 200 Km/h.
En la medida en que se han ido restableciendo las telecomunicaciones, la energía eléctrica y el acceso a las áreas más afectadas, se han estado publicitando los efectos más significativos de esta tragedia nacional por la prensa, la radio y la televisión.
Este huracán, como ningún otro, ha servido para demostrar el alto grado de desarrollo alcanzado por el sistema de la Defensa Civil de Cuba, al conseguir minimizar las pérdidas fatales de vidas humanas - cinco, hasta el presente, según datos oficiales - a pesar de la magnitud del meteoro.
Pero también el huracán ha servido para poner al descubierto la lamentable pobreza material de la mayoría de los pobladores de las zonas más dañadas en cuanto a la calidad de las viviendas, el amoblamiento de las mismas y los medios para enfrentar un acontecimiento de esta naturaleza.
No es necesario repetir aquí los datos de las pérdidas en el terreno de la economía. Constantemente se están ofreciendo éstos por los medios de información nacionales, especialmente en la agricultura cañera y de producción de alimentos, en el tabaco, en las redes de transmisión de energía y de telecomunicaciones, en las instalaciones industriales y hoteleras, educacionales y de todo tipo, pero más dramáticamente en las viviendas de los sectores más vulnerables de la población.
Para nadie es un secreto la difícil situación económica por la que venía transitando nuestro país antes del huracán. Treinta años de "socialismo real" y doce de "socialismo especial"; más los efectos de la crisis actual en la economía mundial - agravada por los atentados del 11 de septiembre en Washington y New York -, sumado a cuatro décadas de beligerancia, embargo y desencuentros entre Cuba y los EE.UU., obligaron, incluso, al presidente del Consejo de Estado, a una comparecencia televisada sobre el tema el viernes 2 de noviembre. Cuarenta y ocho horas antes del paso del huracán Michelle.
A todo esto, tenemos que añadir la falta de voluntad política de las autoridades cubanas, hasta el presente, para abrir la economía, darle oportunidades a la iniciativa privada nacional y pluralizar la sociedad política. De esto no se habló, aun existiendo una propuesta en la Plataforma Común de la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada, entregada al gobierno cubano hace ya más de 2 años, que propone desde la sociedad civil, cambios graduales y viables en esa dirección.
Lo que sí se afirmó, luego del huracán, fue la determinación de no solicitar ayuda internacional para paliar los efectos de Michelle.
Pero los gobiernos, en primer lugar, están en la obligación de velar por sus ciudadanos y, como sus representantes, tienen el deber de proveer para el desarrollo de éstos y de ejercer su protección y defensa, más allá de cualquier sentimiento, legítimo o no.
El pueblo cubano tiene derecho también a recibir la solidaridad internacional.
Ante la magnitud de la tragedia humana que constatamos día a día y, desde la sociedad civil emergente, el Proyecto Demócrata Cubano sí hace un llamado urgente a la Comunidad Internacional, a la Unión Europea, Canadá, Iberoamérica y el Caribe, a los países del este europeo, China, Japón y el resto de los países asiáticos, al sistema de Naciones Unidas para Casos de Desastres y a las organizaciones no gubernamentales (ONGs) para que: Se solidaricen con el pueblo cubano y envíen ayuda material de emergencia, fundamentalmente alimentos, medicinas, ropa y calzado.
Entre los gobiernos de Cuba y el de los EE.UU. fueron intercambiadas notas diplomáticas entre los días 7 y 8 de noviembre, las cuales el cubano definió como "amables" y propuso hacer, por esta vez, una transacción comercial en materia de alimentos y medicinas. Pero no son tiempos de manipulaciones ni de juegos diplomáticos; son tiempos de urgencia humanitaria.
El gobierno cubano está en el deber de colaborar con los gobiernos, organizaciones e instituciones internacionales que, como Cáritas, la Cruz Roja o la Media Luna Roja, nos brinden ayuda, a encauzar ésta para que llegue, lo antes posible, a los damnificados.
En cuanto al gobierno de los EE.UU., opinamos que, por intereses políticos, no debería perder la oportunidad de tener un gesto solidario con el pueblo cubano de la isla en estas especiales y difíciles circunstancias.
Con la atestación de nuestro respeto,
Rafael León Rodríguez
Coordinador General